Tengo una mujer, en el alma,
En la piel, en la mirada,
Desprovista de adjetivos,
Sobreexpuesta y, secuestrada.
Caminante sin camino,
Suave patria de, mi espalda,
Faro de todas mis lunas,
Mar que borra, mis pisadas.
Tengo una mujer en el alma,
En la piel, en la mirada,
Y atravesado en la voz,
Su recuerdo, que me canta.
Dos gotas de miel, de sus sueños,
La tristeza y la esperanza,
Y como regalo un adiós,
Que ilumina el, rumbo a casa.
Tengo una mujer en el miedo,
En la paz, y en la ventana,
Que platica con mi noche,
Pero no, le dice nada.
Tengo una mujer, en el viento,
En la espera, en la distancia,
Que a pesar de no ser mía,
Yo soy suyo, más que nadie,
Que haya estado entre sus sábanas.
Tengo una mujer en el cuento,
En la espera, en la ventana,
Que no dejo que se escape,
Y prefiero en esta sombra,
Imaginar, que le hago falta.
Tengo una mujer en el alma,
En la piel, en la mirada,
Que me hace cerrar los ojos,
No vaya a ser que la pierda,
Cuando se, rueden mis lágrimas.
Tengo una mujer en el alma,
Que me duele a pie de párpado,
Cuando no hay más que distancias.
Tengo una mujer en la piel,
Que se quema entre mis dedos,
Aunque pueda o no pueda,
Aunque deba, o no deba tocarla.
Tengo una mujer, en los ojos,
Incrustada en la penumbra,
Tan etérea como el aire,
Tan ajena como el agua.
Tan hermosa,
Como nadie que haya pasado antes por mi vista,
Redibujando el paisaje,
Describiendo con silencios,
Casi todas mis batallas,
Por eso cierro los ojos,
Para que no se me escape,
Para que nunca se vaya.
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Dos gotas de miel, de sus sueños,
La tristeza y la esperanza,
Y como regalo un adiós,
Que ilumina el, rumbo a casa,
Tengo una mujer, en el alma.