Arauco tiene una pena,
que no la puedo callar,
son injusticias de siglos,
que todos ven aplicar.
Nadie le a puesto remedio,
pudiéndolo remediar,
levántate, Huenchullán.
Un día llega de lejos,
huescufe, conquistador,
buscando montañas de oro,
que el indio nunca buscó.
Al indio le basta el oro,
que le relumbra del Sol,
levántate, Curimón.
Entonces corre la sangre,
no sabe, el indio, qué hacer,
le van a quitar su tierra,
la tiene que defender.
El indio se cae muerto,
y el afuerino de pie,
levántate, Manquilef.
Adónde se fue Lautaro,
perdido en el cielo azul,
y el alma de Galvarino,
se la llevó el viento sur.
Por eso pasan llorando,
los cueros de su kultrún,
levátate pues, Califul.
Del año mil cuatrocientos,
que el indio afligido está,
a la sombra de su ruca,
lo pueden ver lloriquear.
Totora de cinco siglos,
nunca se habrá de secar,
levántate, Callupán.
Arauco tiene una pena,
más negra que su chamal,
ya no son los españoles,
los que les hacen llorar.
Hoy son los propios chilenos,
los que le quitan su pan,
levántate, Paelapán.
Arauco tiene una pena.
Ya rugen las votaciones,
se escuchan por lo dejar,
pero el quejido del indio,
de aquí no se escuchará.
Y aunque resuene en la tumba,
la voz de Caupolicán,
levántate, Huenchullán.
Levántate, Curimón,
levántate, Manquilef,
levántate pues, Califul,
levantánte, Callupán,
levántate, Paelapán.