obre el papel treinta y tres hurtos,
robos pequeños tras la heroina.
cualquier ratero, justicia en curso,
jueza inflexible, pose mohína.
Y en el banquillo el acusado;
dos tristes ojos lloran tristeza,
un alma seca que vierte llanto,
una mirada se sabe presa.
Con arrogancia y alevosía,
quiso la jueza cruzar miradas,
y en ese cruce su señoría
supo que hay ojos que al morir matan.
Dos ojos claros y confundidos
un pestañeo en su defensa,
declaracion: "amor perdido"
catorce años es su condena.
Y aquel mazazo dictó sentencia,
nuestro ratero a sembrar la sombra,
con semillas que porten paciencia,
y nuestra jueza a llorar su alfombra,
pues la mas ciega de las justicias,
llenó sus ojos de imposibles,
guardó la espera setenta dias,
y logró el indulto de los posibles.
pero el dia setenta y uno,
este preso no pudo mas,
y ahorcado en su propia celda,
cedió al mono marchando en paz.
Y hay quien dice que hubo un llanto
en los pasillos del tribunal
que hablaba de un preso indultado
y de una jueza queriendo amar.
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y desde entonces ya no hay indultos,
ni rendiciones, ni reinsercion,
mas ciega y necia es la justicia,
ya no concede la salvación.