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Esa noche indicada, perfecta e indeleble
y el cálido lugar marcado en el destino
lograron que, juntos, sentados frente a frente
estuviéramos a punto de iniciar nuestro camino.
Tras minutos mis palabras, cansadas, perecieron
y tus ojos transparentes mis pupilas atraparon.
Susurraste en mi oído y mis sueños florecieron,
chocaron los labios y mil besos sonaron.
Celestial, viable y fresca, agua de mi río,
así tal como eres te había imaginado.
Exhale aliviado, agotado pero vivo,
pues mi búsqueda incesante había terminado.
Tus manos corrieron buscando las mías,
curando mi esencia, mi sombra al caminar.
Respire el ancho viento, cupido sonreía,
esa noche el cielo entero descendió en aquel lugar.