La noche parecía tan tranquila,
pero algo ya planeabamos hacer.
Con vidrios de un embase de tequila
le cortamos las riendas al placer.
Cruzamos la frontera de los besos.
Rompimos la barrera del pudor.
Sentimos el deseo hasta los huesos
y el calcio se nos convirtió en sudor.
Tomamos de la copa del pecado.
Nos embriagamos de complicidad.
La cruda realidad de tu pasado
durmió junto a mi cruda realidad.
Lo que bebimos en la madrugada
con el beso del sol se evaporó,
pero permaneció en nuestras miradas
el trago que la noche nos brindó.
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La sangre del agave fermentada
bajó desde tu copa a mi raíz
y un torrente de savia envenenada
me abandanó y te hizo morir feliz.