La hora maga.
Es ese instante dulce de la tarde,
que el cielo se viste de mate y gris,
desde que el sol se pone, hasta entre dos luces,
cuando me luce salir a mí.
Y verles en las ramas de ese árbol raro,
de plástico-aluminio sin definir,
decir desde su bosque sobre el tejado
como fue el día y que dio de sí.
Esa es, la hora maga en que ven los mirlos,
sin pelos en el pico y sin confusión,
debajo de su traje naranja y negro,
que sigue vivo y tierno su corazón...
Ese es su momento de confidencias,
de hablar consigo mismo y, tal vez, con Dios
sin ruidos ni testigos, sin apariencias,
sin prisa ni exigencias y sin guión,
Suspenso en relaciones con otras aves,
que vuelan en el mismo cielo que yo,
me sobra grano y agua, y me falta coraje
tira la carne y no afloja la razón.
Examen de conciencia entre dos luces,
parte de guerra del día de hoy,
detalle de miserias y contradicciones,
siempre buscando saber quien soy.
Aprendí de ese pájaro negro y astuto
a desnudar el alma cada atardecer,
y a ver, entre dos luces, en unos minutos,
que nada es lo que parece ser...
Sin mirar se que no queda nadie arriba,
los mirlos se marchan pronto a dormir,
mañana, entre dos luces, llegará el alba
y habrá otro instante dulce, mate y gris…