No buscaba nada y tropecé con dos ojos negros de mujer, fue el destino quién jugó a cruzar nuestras miradas en un bar, y lo demás vino después.
No teníamos nada que perder, y la noche estaba a nuestros pies. Tú querías robarme el corazón
y yo iba asomándome en el balcón, que tu escote me dejaba ver.
Por qué quiso el azar que conociera cada secreto de tu intimidad, mil besos de sal en las aceras.
Sólo yo contigo y nadie más, y la hora que cierran la ciudad, y la luna del amanecer me alumbró el camino que da a tu piel bajo la penumbra de un portal.
Por qué quiso el azar que conociera cada secreto de tu intimidad. Baile de dos en las aceras,
subiendo por tus caderas sin parar. De volver a besar, y sin dejar de soñar y... vuelta a empezar.
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Hoy que tú no estás salgo a buscarte, nadie me puede ayudar a olvidar. Ven que hace frio y ya es muy tarde.