Cada tarde te veía, siempre en la misma estación.
Tú sin saber que existía, yo esperando el cercanías destino a tu corazón, para subirme algún día.
Por el andén te buscaba, y tú mirabas atrás.
Dios mío si se cruzaran, mi mirada y tu mirada ya no habría libertad ni tesoro que cambiara
Por esa casualidad.
Y es que el destino es amargo, al menos para mí.
No quiso presentarnos aquella tarde de abril. Y ahora me tienes aquí, flaca de amor, como un galgo con pulgas que van soñando de un rail a otro rail.
Pero la suerte fue amable al menos por una vez,
y quiso un día sentarme misma hora misma tarde, mismo vagón, mismo tren, mismas ganas de abrazarte.
Mil estaciones pasaron, y no quisimo bajar aún sabiendo de antemano que el trayecto es limitado, y el tren tiene que parar, pues más tarde o más temprano hay que asumir el final.
Por que el destino es amargo al menos para mi,
quiso otra vez separarnos aquella tarde de abril.
Y ahora me tienes aquí, flaca de amor, como un galgo con pulgas de amor, que añoran tanto
tu amor de ferrocarril.
Aún recorro cada tarde la que fue nuestra estación, por si acaso al cercanía le da por volver un día a este corazón descarrilado en la vida.
Tu billete era de ida, sé que no regresarás. Tu mirada lo advertía en aquella despedida, con en otro tiempo atrás al cruzarse con la mía, qué cruel casualidad.
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Ves que el destino es amargo, al menos para mí. No quiso inmortalizarnos aquella tarde de abril.
Y ahora me tienes aquí, flaca de amor, como un galgo con pulgas de desengaño hurgando en mi cicatriz.