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(Salmo 95:2)
1. Gran Soberano, bendito Creador,
digno eres tú de alabanza y canción.
Desde los cielos escuchas la voz
del que te ora con el corazón.
Ante tus ojos mis faltas están,
mas no por eso la espalda me das.
Cristo su sangre por mí derramó;
tú me compraste, soy tu posesión.
2. ¡Oh, qué dichoso me siento al morar
bajo tu sombra de amor y de paz!
Haz que conozca tus sendas, Señor,
líbrame con tu verdad del error.
Tu fuerte brazo, ¿quién puede doblar?
Con él sostienes al débil mortal.
Tu santo Reino jamás pasará,
tu voluntad en la Tierra se hará.
3. A todo el mundo le quiero contar
las bendiciones que pronto traerás:
bajo tu Reino no habrá ya dolor,
ni muerte ni llanto ni más clamor.
Todos los males Jesús quitará,
la creación de placer saltará.
Gracias te doy con mi humilde oración
por ser mi Padre, mi Rey y mi Dios.
(Véanse también Sal. 65:2, 4, 11; Fili. 4:6.)
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(Salmo 95:2)
1. Gran Soberano, bendito Creador,
digno eres tú de alabanza y canción.
Desde los cielos escuchas la voz
del que te ora con el corazón.
Ante tus ojos mis faltas están,
mas no por eso la espalda me das.
Cristo su sangre por mí derramó;
tú me compraste, soy tu posesión.
2. ¡Oh, qué dichoso me siento al morar
bajo tu sombra de amor y de paz!
Haz que conozca tus sendas, Señor,
líbrame con tu verdad del error.
Tu fuerte brazo, ¿quién puede doblar?
Con él sostienes al débil mortal.
Tu santo Reino jamás pasará,
tu voluntad en la Tierra se hará.
3. A todo el mundo le quiero contar
las bendiciones que pronto traerás:
bajo tu Reino no habrá ya dolor,
ni muerte ni llanto ni más clamor.
Todos los males Jesús quitará,
la creación de placer saltará.
Gracias te doy con mi humilde oración
por ser mi Padre, mi Rey y mi Dios.
(Véanse también Sal. 65:2, 4, 11; Fili. 4:6.)