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Me detengo con paciencia en tus detalles, en tu estilo de vivir antes que el sol. Y cuánto entiendo que vives a tu aire, de nuevo me despierto con tu olor.
A veces sé que pierdo los estribos, y con eso ya me quito la razón. Pero entiende que tú juegas con mi vida, me haces débil y nunca sé decir que no.
Yo la bendigo, yo la maldigo, por ser el laberinto y el jardín de mi obsesión. Yo la bendigo, yo la maldigo, por ser el pecado que jamás tiene perdón.
La bendigo y la maldigo, por el ego del suspiro me dejó, en una noche de nadie y desolación.
Cuando me siento seguro de mí mismo, y que tengo ya aprendida la lección. Cuando ya he dicho mil veces 'voy a negarte', se me altera el pulso en el mismo instante en que escucho tu voz.
Yo la bendigo, yo la maldigo, por ser el laberinto y el jardín de mi obsesión. Yo la bendigo, yo la maldigo, por ser el pecado que jamás tiene perdón.
La bendigo y la maldigo, por los siglos de los siglos y con amén de que algún día yo la vuelva a ver.
Yo la bendigo, yo la maldigo, por ser el laberinto y el jardín de mi obsesión. Yo la bendigo, yo la maldigo, por ser el pecado que jamás tiene perdón.
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Me detengo con paciencia en tus detalles, en tu estilo de vivir antes que el sol. Y cuánto entiendo que vives a tu aire, de nuevo me despierto con tu olor.
A veces sé que pierdo los estribos, y con eso ya me quito la razón. Pero entiende que tú juegas con mi vida, me haces débil y nunca sé decir que no.
Yo la bendigo, yo la maldigo, por ser el laberinto y el jardín de mi obsesión. Yo la bendigo, yo la maldigo, por ser el pecado que jamás tiene perdón.
La bendigo y la maldigo, por el ego del suspiro me dejó, en una noche de nadie y desolación.
Cuando me siento seguro de mí mismo, y que tengo ya aprendida la lección. Cuando ya he dicho mil veces 'voy a negarte', se me altera el pulso en el mismo instante en que escucho tu voz.
Yo la bendigo, yo la maldigo, por ser el laberinto y el jardín de mi obsesión. Yo la bendigo, yo la maldigo, por ser el pecado que jamás tiene perdón.
La bendigo y la maldigo, por los siglos de los siglos y con amén de que algún día yo la vuelva a ver.
Yo la bendigo, yo la maldigo, por ser el laberinto y el jardín de mi obsesión. Yo la bendigo, yo la maldigo, por ser el pecado que jamás tiene perdón.