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A la antigüita Señores,
Voy a contarles la historia,
De un hombre que en Yucatán,
Murió cubierto de gloria,
Era Efraín Calderón,
Su nombre esta en la memoria.
Lo apodábamos el charras,
Porque era dicharachero,
Era un joven abogado,
Defensor de los obreros,
Veinticinco años tenia,
Cuando fue el crimen artero.
No era charro ni vaquero,
Sin mas un hombre moderno,
Era mas bien delgadito,
Hombre de pluma y cuaderno,
Así como chiquito que era,
Le temían los del gobierno.
Tenia varios sindicatos,
A los que el asesoraba,
A pesar de estar tan tierno,
Muy bien que los ayudaba,
Sabia lo que hay que saber,
De leyes y se fajaba.
Ay Ay Ay...
Vamonos recio...
Pero el gobierno que quiere,
Puro obrero mangoneado,
Para tenerlos sumisos,
Pobres y súper explotados,
No podía soportar,
Su pensamiento avanzado.
Muchos billetes de banco,
Le ofrecieron los patrones,
Pa´ que dejara la lucha,
Y traicionara a sus peones,
Pero Efraín era un hombre,
De arraigadas convicciones.
Y en que en sus venas corrían,
Sangre de hombres muy macizos,
De don Jacinto Kanec,
Sangre me Maya y Mestizo,
Era de Fierro el pelao
No de vidrio quebradizo.
Mientras que allá en el palacio,
Los chacales decidían,
Su madre le aconsejaba,
Que dejara la por fía,
Pero en fondo de su alma,
No estaba muy convencida.
Una noche de febrero,
El crimen fue consumado,
Lo secuestran los gorilas,
Del Gobierno del Estado,
Sin mediar una palabra,
Vilmente fue asesinado.
Su madre llora en silencio,
Y la que iba ser su esposa,
Con lagrimas en los ojos,
Lleva a su tumba una rosa,
Traía dos sentimientos,
Muy triste pero orgullosa,
Vuela vuela palomita,
Y allá en Mérida detente,
Ve y dile a Carillo Puerto,
Que ya murió otro valiente,
Que tenia un gran corazón,
Y defendía a su gente.
Adiós hermano querido,
Adiós hermano Efraín,
No olvidare tu sonrisa,
Menos tu valor civil,
Tus palabras eran plomo,
Y tu conciencia un fusil.
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A la antigüita Señores,
Voy a contarles la historia,
De un hombre que en Yucatán,
Murió cubierto de gloria,
Era Efraín Calderón,
Su nombre esta en la memoria.
Lo apodábamos el charras,
Porque era dicharachero,
Era un joven abogado,
Defensor de los obreros,
Veinticinco años tenia,
Cuando fue el crimen artero.
No era charro ni vaquero,
Sin mas un hombre moderno,
Era mas bien delgadito,
Hombre de pluma y cuaderno,
Así como chiquito que era,
Le temían los del gobierno.
Tenia varios sindicatos,
A los que el asesoraba,
A pesar de estar tan tierno,
Muy bien que los ayudaba,
Sabia lo que hay que saber,
De leyes y se fajaba.
Ay Ay Ay...
Vamonos recio...
Pero el gobierno que quiere,
Puro obrero mangoneado,
Para tenerlos sumisos,
Pobres y súper explotados,
No podía soportar,
Su pensamiento avanzado.
Muchos billetes de banco,
Le ofrecieron los patrones,
Pa´ que dejara la lucha,
Y traicionara a sus peones,
Pero Efraín era un hombre,
De arraigadas convicciones.
Y en que en sus venas corrían,
Sangre de hombres muy macizos,
De don Jacinto Kanec,
Sangre me Maya y Mestizo,
Era de Fierro el pelao
No de vidrio quebradizo.
Mientras que allá en el palacio,
Los chacales decidían,
Su madre le aconsejaba,
Que dejara la por fía,
Pero en fondo de su alma,
No estaba muy convencida.
Una noche de febrero,
El crimen fue consumado,
Lo secuestran los gorilas,
Del Gobierno del Estado,
Sin mediar una palabra,
Vilmente fue asesinado.
Su madre llora en silencio,
Y la que iba ser su esposa,
Con lagrimas en los ojos,
Lleva a su tumba una rosa,
Traía dos sentimientos,
Muy triste pero orgullosa,
Vuela vuela palomita,
Y allá en Mérida detente,
Ve y dile a Carillo Puerto,
Que ya murió otro valiente,
Que tenia un gran corazón,
Y defendía a su gente.
Adiós hermano querido,
Adiós hermano Efraín,
No olvidare tu sonrisa,
Menos tu valor civil,
Tus palabras eran plomo,
Y tu conciencia un fusil.