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I
Desde la Inspiración,
tienes la posibilidad
de tomar estrellas y alinearlas
conforme tu voluntad;
modelar figuras
a nadie antes ocurridas;
darles vida, penurias;
habilidad pa? que decidan.
Algo así sucede
con tus circunstancias:
Con tal elegancia
dominas el idioma de las sustancias,
que gran confianza inspiras
en muebles y paredes.
Fácilmente te contarían
cuanto guardan en sus sienes.
Incluso puedes
abarcar el universo;
suave y terso tapete
en el que tu ser yace disperso.
El tiempo es propenso
a sufrir deformaciones.
Lo recompones sin mucho esfuerzo
y totalmente de él dispones.
Tú mirada se cruza
con la de Dios, el Absoluto.
«¡No contabas con mi astucia!»,
le comentas, resoluto.
Paraíso trascendental
donde los temores se disipan;
el cual pudiste alcanzar
por obra y gracia de una chiripa.
Desde la Inspiración,
me miras tú, te miro yo.
Te describo, me describes
sin la más mínima intención
de obtener algo
o querer acaso agradar.
Es cuando el quiero y el puedo
coinciden en el mismo lugar.
Desde la Inspiración,
te miras tú, me miro yo.
Me describo, te describes
sin la más mínima intención
de obtener algo
o querer acaso agradar.
Es cuando el quiero y el puedo
coinciden en el mismo lugar.
II
Desde la Depresión
puedes echarte un chapuzón
en la honda piscina,
otrora una firme convicción;
que con dedicación
forjaste a base de disciplina,
deshumanizada rutina,
y una sublime ilusión.
Brújula desmagnetizada
justo en el centro de las tinieblas.
Generalmente, a los problemas
se les culpa de esta encrucijada.
Cabezas de Turco trazadas
por el pincel del que celebra
y ve un triunfo cuando la hiedra
de la curiosidad es talada.
Ahora cada partícula de polvo
encierra un misterio en sí misma.
Padeces Síndrome de Estocolmo.
Te recriminas por querer ser parte de la lista
de los que sonríen, de los que besan.
No te sientes digno ?o digna?
del plato de comida
que hay sobre tu mesa.
Y cuando menos lo piensas,
una lágrima se te escapa;
quitándote de encima
el equivalente al peso de la Tierra.
Y cuando más lo piensas,
desaparecen las líneas de tu mapa
y quedas suspendido ?o suspendida?
mientras el tiempo apremia.
Desde la Depresión,
me miras tú, te miro yo.
Te describo, me describes
sin la más mínima intención
de obtener algo
o querer acaso agradar.
Es tal vez aquí cuando
estamos más cerca de la realidad.
Desde la Depresión,
te miras tú, me miro yo.
Me describo, te describes
sin la más mínima intención
de obtener algo
o querer acaso agradar.
Es tal vez aquí cuando
estamos más cerca de nuestra realidad.
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I
Desde la Inspiración,
tienes la posibilidad
de tomar estrellas y alinearlas
conforme tu voluntad;
modelar figuras
a nadie antes ocurridas;
darles vida, penurias;
habilidad pa? que decidan.
Algo así sucede
con tus circunstancias:
Con tal elegancia
dominas el idioma de las sustancias,
que gran confianza inspiras
en muebles y paredes.
Fácilmente te contarían
cuanto guardan en sus sienes.
Incluso puedes
abarcar el universo;
suave y terso tapete
en el que tu ser yace disperso.
El tiempo es propenso
a sufrir deformaciones.
Lo recompones sin mucho esfuerzo
y totalmente de él dispones.
Tú mirada se cruza
con la de Dios, el Absoluto.
«¡No contabas con mi astucia!»,
le comentas, resoluto.
Paraíso trascendental
donde los temores se disipan;
el cual pudiste alcanzar
por obra y gracia de una chiripa.
Desde la Inspiración,
me miras tú, te miro yo.
Te describo, me describes
sin la más mínima intención
de obtener algo
o querer acaso agradar.
Es cuando el quiero y el puedo
coinciden en el mismo lugar.
Desde la Inspiración,
te miras tú, me miro yo.
Me describo, te describes
sin la más mínima intención
de obtener algo
o querer acaso agradar.
Es cuando el quiero y el puedo
coinciden en el mismo lugar.
II
Desde la Depresión
puedes echarte un chapuzón
en la honda piscina,
otrora una firme convicción;
que con dedicación
forjaste a base de disciplina,
deshumanizada rutina,
y una sublime ilusión.
Brújula desmagnetizada
justo en el centro de las tinieblas.
Generalmente, a los problemas
se les culpa de esta encrucijada.
Cabezas de Turco trazadas
por el pincel del que celebra
y ve un triunfo cuando la hiedra
de la curiosidad es talada.
Ahora cada partícula de polvo
encierra un misterio en sí misma.
Padeces Síndrome de Estocolmo.
Te recriminas por querer ser parte de la lista
de los que sonríen, de los que besan.
No te sientes digno ?o digna?
del plato de comida
que hay sobre tu mesa.
Y cuando menos lo piensas,
una lágrima se te escapa;
quitándote de encima
el equivalente al peso de la Tierra.
Y cuando más lo piensas,
desaparecen las líneas de tu mapa
y quedas suspendido ?o suspendida?
mientras el tiempo apremia.
Desde la Depresión,
me miras tú, te miro yo.
Te describo, me describes
sin la más mínima intención
de obtener algo
o querer acaso agradar.
Es tal vez aquí cuando
estamos más cerca de la realidad.
Desde la Depresión,
te miras tú, me miro yo.
Me describo, te describes
sin la más mínima intención
de obtener algo
o querer acaso agradar.
Es tal vez aquí cuando
estamos más cerca de nuestra realidad.