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Me fui despacio
por el camino que lleva a nada
como si fuese una lágrima
anclada en la cara del olvido.
Se quedaba mi estampa
como quien pasa un billete de mano,
como quien cambia distancia por hambre
y da amor a un extraño en la boca de un metro.
Y así aprendimos a secarnos el sudor con la muñeca,
a combatir sin escudos
aunque te arranquen la piel,
a aceptar nuestro fracaso por subir otro escalón,
a plasmar esta locura en un trozo de papel.
Y un buen día despertamos en el seno de la desilusión,
ya sumisos claudicamos
porque no queda remedio,
porque no quedan motivos,
porque no hay un rincón
en la Tierra
donde a martillazos ni a golpes
de soneto
tomar sopas de cariño.
Y así aprendimos a secarnos el sudor con la muñeca,
a combatir sin escudos
aunque te arranquen la piel,
a aceptar nuestro fracaso por subir otro escalón,
a plasmar esta locura en un trozo de papel.
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Me fui despacio
por el camino que lleva a nada
como si fuese una lágrima
anclada en la cara del olvido.
Se quedaba mi estampa
como quien pasa un billete de mano,
como quien cambia distancia por hambre
y da amor a un extraño en la boca de un metro.
Y así aprendimos a secarnos el sudor con la muñeca,
a combatir sin escudos
aunque te arranquen la piel,
a aceptar nuestro fracaso por subir otro escalón,
a plasmar esta locura en un trozo de papel.
Y un buen día despertamos en el seno de la desilusión,
ya sumisos claudicamos
porque no queda remedio,
porque no quedan motivos,
porque no hay un rincón
en la Tierra
donde a martillazos ni a golpes
de soneto
tomar sopas de cariño.
Y así aprendimos a secarnos el sudor con la muñeca,
a combatir sin escudos
aunque te arranquen la piel,
a aceptar nuestro fracaso por subir otro escalón,
a plasmar esta locura en un trozo de papel.