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La muerte me guiña un ojo,
me jura silencios en mi dolor,
promesas de un vacío intenso
donde no existe más color
que el que da mi propia sombra
reflejado en un muro de aire,
levantado en el recuerdo,
en la paleta del eterno pintor.
La Muerte me pide un beso,
desnuda mi miedo con su voz.
Me hace el amor y en su lecho
me quita la vida,
me calma el dolor.
Me nombra el dueño eterno
de la tierra de la mar encantada,
más allá de cielo e infierno,
donde una lágrima está congelada,
donde la risa está demacrada.
Soy el rey de una tierra sin penas,
sin recuerdos, sin amor.
La patria de los que no soportaban la vida
y que prefiren la cobardía
de una muerte amañada,
a enfrentarse a un nuevo día,
a luchar cada mañana...
Soy el Rey de la Tristeza Deportada,
de la angustia maquillada,
de un lugar llamado muerte.
Soy el Rey
de un lugar llamado nada.
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La muerte me guiña un ojo,
me jura silencios en mi dolor,
promesas de un vacío intenso
donde no existe más color
que el que da mi propia sombra
reflejado en un muro de aire,
levantado en el recuerdo,
en la paleta del eterno pintor.
La Muerte me pide un beso,
desnuda mi miedo con su voz.
Me hace el amor y en su lecho
me quita la vida,
me calma el dolor.
Me nombra el dueño eterno
de la tierra de la mar encantada,
más allá de cielo e infierno,
donde una lágrima está congelada,
donde la risa está demacrada.
Soy el rey de una tierra sin penas,
sin recuerdos, sin amor.
La patria de los que no soportaban la vida
y que prefiren la cobardía
de una muerte amañada,
a enfrentarse a un nuevo día,
a luchar cada mañana...
Soy el Rey de la Tristeza Deportada,
de la angustia maquillada,
de un lugar llamado muerte.
Soy el Rey
de un lugar llamado nada.