En la cama, dónde antes de hundirse mi mundo,
nos juramos que siempre estaríamos juntos.
Me he quedado solito, pidiéndole al cielo:
Por favor, despertadme, si es que es un mal sueño.
El dolor de la ira ha ensuciado mi boca,
ya no quiere volver, dura como una roca.
Su mover de caderas marcaba mi rumbo,
y ahora piso las calles perdío y taciturno.
Mataría por verla de nuevo a mi vera,
pero soy yo quién muere esperando a que vuelva.
Y cerro sus ventanas con cal y ladrillos,
puso el punto y final, yo lloré como un niño, como un niño.
Son suyos los puñales que llevo en el corazón.
No hay sangre, pero duele, duele.
Maldigo los lugares que dieron su bendición
cuando ella me dijo adiós.
En mi gélido cuarto hasta el alma se enfría,
cumplo con mi condena, de noche y de día.
Debería olvidarla con la primavera,
pero no me apetece salir ahí afuera.
Se que tengo que hacerlo y sentirme mas vivo
y dejar de extrañarla y llenar su vacío.
Son suyos los puñales que llevo en el corazón.
No hay sangre, pero duele, duele.
Maldigo los lugares que dieron su bendición
cuando ella me dijo adiós.
Necesito salir pronto de esta habitación,
escapar de la penumbra, ver de nuevo el Sol
y arrancar ya los puñales de mi corazón.
Ya no volveré a llamarla ni a pedir perdón,
ni a llorar por los portales mendigando amor,
ya estoy harto de arrastrar esta desolación.
No aguanto este dolor.
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No hay sangre, pero duele, duele.
Maldigo los lugares que dieron su bendición
cuando ella me dijo adiós.